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Archives for : crecer

Cambiar zapatos o cambiar el techo…

Mañana soleada, con cierto aire fresco.
Una primavera remolona que no se levantó para ir a su trabajo y lleva semanas de retraso.
Los ojos entrecerrados por el primer sol y el sueño no alcanzado durante la noche que acaba de morir.

El peso de mis temores, mezclado con tres gruesos fajos de billetes, un pasado que grita y patalea abrazado a mis tobillos pidiendo que no lo deje.
Un futuro con vestido, aros y dos incandescentes lumbres azul/verdosas escondidas tras un gesto somnoliento.
Un edificio de planta única cargado de informalidades, donde se maquilla la evasión de impuestos con decoraciones propias de un accidente de tránsito entre el «Trencito de la Alegria» y una caravana fúnebre.

Ahí mismo, en ese lugar embriagado de modales fingidos, sin glamour, sin principios sociales ni voluntad de justicia, estaba a punto de firmar el contrato con mi nueva vida, y la sentencia para una nueva muerte.

«Mr. Algo Propiedades»
La inmobiliaria donde estaba a punto de cerrar el trato del alquiler de mi nueva casa.
Desprolijidades propias de la habitación de un adolescente, un café que solo bebí en algún micro de larga distancia de baja categoría.
Pero ya nada me importaba…  Solo quería concretar el trámite que de forma fallida me venía demorando mis sueños de nacer a una vida desconocida desde hacia 3 semanas.

Comienzan los pasos y se van sucediendo de forma apurada, torpe y ambiciosa.
Me entregan la llave y en ese acto me despido rumbo al nuevo hogar.

Un breve tour a mi compañera de firma, garante, y dueña de mis últimos tiempos sin soledad.
Un silencio de presagios.
Un viaje de regreso untado de conversaciones lejanas iban armando el clima para el último gesto.

De una forma anticipada, premeditada, y hasta caprichosa, ese futuro, ese vestido y esos ojos fueron arrancados de mis sueños.

Un adiós sin tregua ni banderas blancas. Sin abrazo de despedida, sin maletas, sin entender nada.
Me dejó parado en una calle sin final ni comienzo.  En un montón de adoquines apretujados de manera desubicada donde no pertenecían.
Mirando como se alejaba sentí como me desplomaba por dentro.

Se llevó mi futuro próximo, mis sueños cercanos y hasta mi dignidad y el festejo por el nuevo espacio.

Me quedé con la billetera vacía, el corazón desinflado, y las manos húmedas.

Me busqué a mi mismo en ese lugar para tratar de volver en mí. Y ya no había un yo, un mí, un re o un sol.
El silencio mató la música, la noche ocultó la luz y los suspiros se mezclaron con bocanadas de humo y aliento a alcohol.

Así quedé.
Por muchos días… demasiadas noche e interminables domingos.

Sigo buscándome sin saber donde me dejé.  Sigo soplando sobre una llama que no dará fuego ni calor ni luz.
Sigo en mi nueva casa, con los pies descalzos y sin zapatos nuevos.

 

 

 

Ni Barón, ni Caballero, ni Princesa…

Hoy me encontré analizando algunas cosas de mi bitácora mas cercana (y no tanto).
Y finalmente, con cierta ayuda reciente, descubro que de alguna manera he condicionado mi vida por algunos sinos o factores concretos que me tocaron en suerte.
Muchas veces de niño soñé con ser un gran caballero guerrero y triunfal que salvara a un pueblo entero (por encima de mí mismo).
Otras, creyendo en posibilidades mas inocentes o situaciones futiles, supuse que sería una princesa la destinataria de mi proeza.

Ya siendo más grande, aunque no lo suficientemente maduro, termino descubriendo que la realidad de mi vida se basó enteramente en mi propia esencia devenida en genes lastimados y escenarios adversos.

Nunca fuí lo suficientemente sapo para llegar a ser príncipe.
Nunca físicamente fuerte para ser un caballero gladiador.
Mucho menos un atleta, un artista o un hermoso para ser cobijado en el fetiche de algún mecenas de turno, que sin querer fagocitar mi cuerpo y mi juventud me tendiera su mano firme y sus beneficios de poder y riqueza.

Pero…
Si lo analizo desde el espectro real y honesto, no puedo entregarme a la lágrima pueril, o la queja excusadora que justifica mis «no teneres» con mis «no recibires».

He transitado caminos de piedras, y arroyos de sal con los pies en sangre.
He vivido el dolor, de la mano de la impotencia.
Y aún así… en este recorrido forzado por el aprendizaje y el desarrollo de mi cuerpo, mi mente y mi corazón,
He sido príncipe por un día, gladiador en ciertas noches, barón y caballero en alguno que otro encuentro social de los círculos elitistas de las clases altas,
y en el transcurso me volví hombre, artista, hermoso, político, médico, domador de animales, y hasta bombero de los incendios de otros.

Ahora, siendo rey de mi propia vida, busco donde enterrar mis petates, mi tienda de campaña, y cual líder nomade de su pueblo caminante y conquistador, busco levantar mi brazo y decir, ordenar y convencer a mi pueblo interno que este es el lugar donde convertir mi mangrullo de palos en torre de piedra, mi cantimplora en lago, y a esa compañera que sostenga y encause mi andar y mi confianza en reina de los mil tronos que supe probar con mi cuerpo cansado por tan solo un breve tiempo de paso.

No estoy cansado, no estoy vencido, sino fuerte y convencido.

mis caballos por fín podrán beber del arroyo, comer de sus propios pastos, y por hoy, solo por hoy, sentiré que he llegado.

Mis batallas recientes fueron generosas en los triunfos y las derrotas,

Hubo sangre, y cuerpos en el camino, pero ninguna cicatriz tan profunday todos mi miembros en su lugar.

con todos mis dedos, mi pluma intacta, y mi espada cual espejo, estoy buscando esa porción de tierra que reciba mi hendidura, mi riego y mi florecer nuevo.

Sin tanta mística, ni mitología…

Acá hay unos mates y un fuego para el que quiera detenerse a tirar un pedazo de su historia o un trozo de su carne para asar un buen cuento.