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Archives for : dolor

Adicto en recuperación

Ese momento en que su perfume atraviesa tus sentidos como una espada de algodón.
Y sus ojos perforan tu compostura.
Justo cuando su sonrisa te quita lo valiente, te rompe la coraza, te desnuda.
Ahí, es cuando comienza la caída.
Si… por eso debo confesar que soy adicto.
Adicto a sus manos atrapando mi cara entre sus pechos,
a sus dedos despeinando ordenadamente mi cabello,
sus piernas encerrando mis caderas como grilletes de condenas futuras,
sus labios despejando toda sensación de sed,
a esas palabras susurradas que graban promesas en tu conciencia.

Soy adicto…  Y aún en recuperación, tengo síndrome de abstinencia.
Angustia en mi abdomen, sudor de lágrimas en mi rostro, gritos de dolor en mi memoria.
Y me vuelvo irascible, parco e irónico.
Cada momento que recuerdo habla de ese ideal efímero, tan corto como un universo, tan pequeño como una vida.
Y ni siquiera tiene nombre ni rostro. Es tan solo la sensación profunda de que me falta algo. Que mi cuerpo pide una vez mas, aunque mas no sea por el largo de un latido, esa sensación única. Volar, flotar, reír… Un cúmulo de sin sentidos que tuvieron razón de ser, de respirar ahogado de placer.
Aquella heroína que vino a rescatarme de mi soledad, hoy es solo «heroína». Lo que antes inundaba mis venas llenándolas de un fogoso ardor hoy llena de vacío mi cuerpo, mi mente y mi futuro.
Sin embargo… Se trata de vivir un día a la vez. De dar los doce pasos cada doce pasos, de recordar donde estuve, y porque me he marchado.
Y repetirlo todo, con un guión mejorado, un mapa dibujado, con postas y mojones. Con cada kilometro señalando el camino de regreso.
Por eso, como adicto, me digo… Quiero más. Una y otra vez quiero más. No importa saber que va a doler, ni deshidratar mi cuerpo dejando fluir mis líquidas penas.
Quiero más. Quiero querer, quiero que me quieran querer, y no quiero olvidarme que quise.
Adicto… Al recuerdo, a esa imagen idealizada de un amor pasajero, furtivo,  A cada uno de esos momentos, que estando lejos, me calmaba pensando que el amor me esperaba del otro lado de la ruta.
Solo eso. Un horizonte con un destino, un futuro con un camino, un amor sencillo.
Solo eso. Respirar por otro. Sentir por uno, vivir por dos, soñar por todos.  Amar es adicción, amar es perdición.
Quiero volver a estar perdido…

Todo eso que te llevaste

¡A vos te hablo!
¡Si… A vos!
Que me trajiste hasta acá para luego abandonarme.
Que me inundaste de un amor que después me arrebataste.
¡Si! Vos.
Que te llevaste mi pasado, mi presente y mis recuerdos.
Mi imaginación creativa… inclusive hasta mi sueños.
Esos de un futuro juntos. Esos que traían nietos.

Y ahora estoy acá.
Parado. Solo… aunque medio acompañado.
Entre telones, y luces que de a poco van callando.
Tratando de decir lo que no sale, y recuperar lo que no queda.
Buscando encontrar nuevas palabras, y digerir nuevas piedras.

No te pido me devuelvas ni mi corazón, ni mi felicidad siquiera.
Te pido que me des mi cuerpo. Ese que ya nadie toca ni besa.
No tengo donde guardar mis dolores, ni donde retratar mis penas.
Te quedaste con mis labios, con mis ojos y mis venas.

Si me lo devolvés, tal vez alguien me sienta,
me mire, me toque, y hasta quizás me quiera.
Pero ahora soy transparente… es como si no me vieran.

Regresa mi cuerpo, que sin querer dejé detrás de la puerta,
escondido en algún cuento, o dentro de alguna alacena.
Perdido entre tus sábanas, o en esa caja perversa,
donde guardas tu «juguete» el que a veces te recuerda,
que aunque fueran pocas las veces
conmigo siempre fueron muy buenas.

Dale… devolvelo
Si a vos ya no te queda.
Está tan triste y de hombros caídos,
que no late entre tus piernas.

Quizas, si después resucita,
cuando se conecte a mis venas.
En un futuro posible,
cuando ya no sienta penas,
Él te busque, él te toque
y tal vez de nuevo te sienta.

Cambiar zapatos o cambiar el techo…

Mañana soleada, con cierto aire fresco.
Una primavera remolona que no se levantó para ir a su trabajo y lleva semanas de retraso.
Los ojos entrecerrados por el primer sol y el sueño no alcanzado durante la noche que acaba de morir.

El peso de mis temores, mezclado con tres gruesos fajos de billetes, un pasado que grita y patalea abrazado a mis tobillos pidiendo que no lo deje.
Un futuro con vestido, aros y dos incandescentes lumbres azul/verdosas escondidas tras un gesto somnoliento.
Un edificio de planta única cargado de informalidades, donde se maquilla la evasión de impuestos con decoraciones propias de un accidente de tránsito entre el «Trencito de la Alegria» y una caravana fúnebre.

Ahí mismo, en ese lugar embriagado de modales fingidos, sin glamour, sin principios sociales ni voluntad de justicia, estaba a punto de firmar el contrato con mi nueva vida, y la sentencia para una nueva muerte.

«Mr. Algo Propiedades»
La inmobiliaria donde estaba a punto de cerrar el trato del alquiler de mi nueva casa.
Desprolijidades propias de la habitación de un adolescente, un café que solo bebí en algún micro de larga distancia de baja categoría.
Pero ya nada me importaba…  Solo quería concretar el trámite que de forma fallida me venía demorando mis sueños de nacer a una vida desconocida desde hacia 3 semanas.

Comienzan los pasos y se van sucediendo de forma apurada, torpe y ambiciosa.
Me entregan la llave y en ese acto me despido rumbo al nuevo hogar.

Un breve tour a mi compañera de firma, garante, y dueña de mis últimos tiempos sin soledad.
Un silencio de presagios.
Un viaje de regreso untado de conversaciones lejanas iban armando el clima para el último gesto.

De una forma anticipada, premeditada, y hasta caprichosa, ese futuro, ese vestido y esos ojos fueron arrancados de mis sueños.

Un adiós sin tregua ni banderas blancas. Sin abrazo de despedida, sin maletas, sin entender nada.
Me dejó parado en una calle sin final ni comienzo.  En un montón de adoquines apretujados de manera desubicada donde no pertenecían.
Mirando como se alejaba sentí como me desplomaba por dentro.

Se llevó mi futuro próximo, mis sueños cercanos y hasta mi dignidad y el festejo por el nuevo espacio.

Me quedé con la billetera vacía, el corazón desinflado, y las manos húmedas.

Me busqué a mi mismo en ese lugar para tratar de volver en mí. Y ya no había un yo, un mí, un re o un sol.
El silencio mató la música, la noche ocultó la luz y los suspiros se mezclaron con bocanadas de humo y aliento a alcohol.

Así quedé.
Por muchos días… demasiadas noche e interminables domingos.

Sigo buscándome sin saber donde me dejé.  Sigo soplando sobre una llama que no dará fuego ni calor ni luz.
Sigo en mi nueva casa, con los pies descalzos y sin zapatos nuevos.

 

 

 

Tus 4 puntos cardinales.

 


Y bueno… hurgando en el fondo de mis sentimientos desordenados y ocultos, me pintó escribir esto.
Mis disculpas por mi pobre licencia creativa y literaria de animarme con un poema y sus rimas.


 

Te miro, veo tus ojos, que me seducen.
Delineando entre Norte y Sur el perpendicular oriente.
Un amanecer encandila desde el Este de tu espalda,
haciéndome desear el Oeste de tu vientre.

 

Cuando tus huellas se desdibujan,
en el andar pequeño y cuidadoso de tus pies vendados,
me entorpezco y aterro en el torbellino de tu cerebro,
tu inteligencia, tu vasta energía y tus contornos delicados.

 

Mi mente se une a mi corazón en un mapa turbio,
que me pierde, me arroja al medio de la nada,
una planicie de inseguridades, y un deseo rugoso de dedos mojados,
de cuellos tensos, y cinturas contorsionadas.

 

Así te veo… y no te veo.
Así te pienso y no te imagino.
Aquí te espero y desespero.
No estás, no vas, no ves.
Buscas, dudas, y no querés.
Y te dejo ir… una vez más.
Y reinicio la espera.
Esa que odio y disfruto al mismo tiempo,
como rascarse una herida seca.

 

Y así me quedo. Con mi valor, y mi cobardía.
Con mi fuerza y mi hidalguía,
de la mano de lágrimas prestadas, que definen la mañana.
La que de me dice que es hora de dejarte volver al crepúsculo de donde saliste.
Tus cuatro puntos, y tu sol naciente,
escriben a su antojo mi estado inconsciente.